Sedentarismo cognitivo

Estamos frente a un riesgo elevado de sedentarismo cognitivo.

El año pasado, la OMS advertía de los riesgos de una pandemia de sedentarismo, con todas las consecuencias sanitarias que supone: cardiopatías, obesidad, etc.

El automóvil y el ordenador, entre otras innovaciones, nos han ayudado a desplazarnos más rápidamente o a acceder a cualquier información u objeto de deseo sin que tengamos que levantarnos de la silla.

Con el e-commerce y los deliveries, solo hace falta caminar hasta la puerta de nuestro piso para recibir lo que deseamos sin ni siquiera tener que bajar a la calle.

Aunque bajarse a la calle un momento y darnos un paseíto permitan que nuestro cuerpo no se quede tan quieto (y ponernos de buen humor), las prisas de la vida cotidiana dificultan resistirse a obtener algo en un clic cuando nos ahorra tiempo y esfuerzos.

Para paliar esto, vamos al gimnasio.

Ahora que tenemos la opción de externalizar a la tecnología no solo nuestra actividad física sino también mental, afrontamos un riesgo de sedentarismo ya no solo físico sino también cognitivo.

En las dos últimas décadas, hemos pasado de recordar varias decenas de números de teléfono de memoria a que más de la mitad de la gente no recuerde el de su propia pareja.

Si se quedara en ejemplos como este, no sería el fin del mundo.
Pero si empezamos a recurrir a ChatGPT y a ser asistidos cada vez que tenemos que resolver un problema o formular un argumento, este sedentarismo cognitivo corre el riesgo de expandirse ante la facilidad y la velocidad de resolver todo en el momento.

¿Terminaremos yendo a gimnasios de la mente 1 hora al día para no perder del todo nuestras capacidades reflexivas?


O tal vez podamos anticiparnos y recordar que cada pequeño esfuerzo intelectual, aunque suponga tiempo y esfuerzo, nos construye y evita la atrofia de nuestra mente.

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